#SociologíaUMSAescribe - Instituto de Investigaciones Sociológicas “Mauricio Lefebvre”
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En este espacio se difunden trabajos de los estudiantes de Sociología de la UMSA que tienen un componente de investigación, con el propósito de alentar el desarrollo de habilidades de escritura en la idea de que esta práctica está íntimamente relacionada con el pensamiento crítico y creativo.
VALENTÍA Y COMPROMISO: LA HISTORIA DE ZULEMA ALANES[1]
Carlos Enrique Alanes[2]
¿Qué es la autoridad? La autoridad es el poder que gobierna, un poder que tendría que encargarse de protegernos, velar por los intereses de todos nosotros y, lo más importante, proteger y garantizar el ejercicio de nuestros derechos. Cuando ésta falla, solo nos queda luchar. En Bolivia, tenemos muchos ejemplos de resistencia, especialmente en periodos de dictaduras. En esta oportunidad, relataré el caso de Zulema Alanes, quien, en el cumplimiento de sus labores como periodista, nunca dudó de cuestionar a la autoridad. Fue valiente porque, en circunstancias extremas, llegó a arriesgar su vida para cumplir su labor de informar a la población, pero también para defender la libertad de expresión y de prensa. Por eso y mucho más, en este texto, hablaré de ella.
Ella siempre estuvo vinculada a las organizaciones sindicales de la prensa, también fue dirigente de la Central Obrera Boliviana y actualmente es presidenta de la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia. Tiene muchas historias que contar, pero entre las que más recuerda están las que enfrentó en dos momentos clave de la historia del país: las dictaduras de Alberto Natusch Busch (1979) y de Luis García Meza (1980-1981). Considero que esos eventos son grandes ejemplos de su valor y su valentía en circunstancias en que los mandos militares utilizaban las armas para reprimir al pueblo.
El 1 de noviembre de 1979, el país amaneció con la noticia de que Natusch Busch encabezaba un golpe de Estado. El jefe de prensa de radio Fides, una radio muy crítica en ese entonces, empezó a llamar a los periodistas a las cinco de la mañana. Mi tía se preparó para ir a trabajar, despertó a su papá y, juntos, se dirigieron a la radio. En el cumplimiento de su deber, muchas personas están dispuestas a hacer muchas cosas; pero ¿cuántas están dispuestas a arriesgar su vida? Pues, mi tía lo estaba. Ella cuenta que, al llegar a su trabajo, las calles estaban llenas de tanques; aun poniendo en riesgo su vida y retando incluso la autoridad de su padre que intentó prohibirle ingresar a la radio que a esa hora ya estaba rodeada por los tanques, ella decidió cumplir con su deber. En las siguientes horas, estaba en las calles cubriendo las manifestaciones populares que resistían el golpe luego de que la Central Obrera Boliviana (COB) decretó el paro indefinido. Le tocó estar en el momento en que un grupo de ciudadanos se agrupó en la Garita de Lima y, junto a las vendedoras del lugar, levantó barricadas para evitar el paso de los militares y fueron atacados por aviones que pasaron rasantes y dispararon a matar. Natusch Busch es recordado como el dictador que autorizó la Masacre de Todos Santos, con un saldo de casi cien muertos. Él apenas duró 16 días en el poder.
Unos meses después, el 17 de julio de 1980, el golpe de Luis García Meza enfrentó a mi tía con otro de los eventos que marcaron su vida personal y profesional. Era un día de trabajo como cualquier otro; pero su rutina se alteró porque se le arruinó la grabadora, un incidente que casi desencadenó una tragedia. Llegó temprano a radio Fides a conseguir otro equipo de grabación para iniciar su trabajo de reportera; pero cuando estaba a punto de salir de su oficina, el padre Eduardo Pérez Iribarne, director de la emisora, les anunció que debían organizar un equipo de emergencia para la cobertura del golpe de Estado a la cabeza de García Meza. Mientras otros periodistas estaban cubriendo lo que ocurría en la COB y en el Palacio de Gobierno, mi tía y otros colegas informaban en directo sobre el curso de la toma militar.
Luego de una mañana intensa de noticias y cuando estaban a punto de iniciar el noticiero del medio día fueron alertados de que otras radios habían cerrado sus emisiones. Entonces decidieron reunirse de emergencia para evaluar si seguían el camino del silencio o continuaban informando. Entre ellos, se encontraba el padre Eduardo. Pero antes de que pudieran tomar una decisión, escucharon disparos de ametralladoras y fueron sorprendidos por un grupo de paramilitares que tomó la radio por asalto a punta de granadas de gas e interrogando a gritos: “¿Dónde está ese cura tercermundista?”, dejando claro que buscaban al padre Eduardo. En esos momentos de mucha tensión, mi tía recuerda que los alinearon frente a la pared. Ella estaba temblando de miedo, pero en los primeros minutos, tal vez no midiendo el peligro en el que estaba, solo podía pensar en el reloj que llevaba en la muñeca, un regalo de un entrañable amigo, que intentó esconder cuando uno de los paramilitares se dio a la tarea de hacerse de un botín con todas las prendas personales de periodistas, locutores y operadores que fueron sorprendidos en la radio.
En un punto, uno de ellos la reconoció, debido a que desde la fatídica muerte del padre Luis Espinal, el 21 de marzo de 1980, se presentaba todos los días en oficinas de la Dirección de Investigación Nacional (DIN) de la Policía para indagar si había avances en la investigación para dar con los autores de su tortura y asesinato. De repente, fue derribada con un culatazo y arrastrada de los cabellos por el patio de la emisora. Cuando era revolcada a patadas en el piso, el paramilitar que era el líder del operativo, conocido como el “Mosca” Monroy, le ordenó al agresor: “¡Con las mujeres no, carajo!”. Cuando la volvieron a alinear junto a sus compañeros, el “Mosca” insistió: “¿Dónde está ese cura tercermundista?”, mientras los otros disparaban sus ametralladoras al aire. El silencio fue roto por un compañero de la radio, quien admitió: “Está entre nosotros”. Cuando el “Mosca”, detectó que en uno de los extremos de la fila había dos personas de fisonomía diferente del resto y se dirigía a ellas, el hermano Marco, un sacerdote de menor rango, se volteó y afirmó ser el padre Pérez, salvándole la vida. En este momento, podemos observar la valentía, no solo de mi tía, sino también de todos sus colegas, quienes no entregaron al padre y también del hermano que se entregó para salvarle la vida.
Mi tía es alguien que, cuando se compromete con alguna causa, con un ideal o simplemente con un amigo, es capaz de pelear contra una autoridad. Para defender este argumento, los dos hechos relatados son claras evidencias.
Semanas después de los eventos que enfrentó, ella vivía en Tupiza en la casa de una hermana, huyendo de la persecución del gobierno militar. Un día, ella se encontró con un colega periodista que, además, era activista de derechos humanos que aún seguía movilizándose para resistir al régimen. Después de varios encuentros, en las semanas subsiguientes, una mañana, un niño apareció en la puerta de la casa de su hermana y le informó que su amigo estaba muriendo en la única clínica privada de la ciudad. Cuando llegó al centro médico, se encontró con una escena dantesca: su amigo, que se encontraba en una cama del hospital, estaba irreconocible: su rostro era una masa informe, no se le distinguían los ojos ni la nariz, ni la boca; su cuerpo estaba totalmente lleno de moretones e hinchado, y dos heridas –una de 15 cm y otra de 28 cm– destacaban en su cuero cabelludo. Fue encontrado en las afueras de Tupiza, por los obreros de la mina donde estaba trabajando para camuflarse de la represión militar. Se sospecha que agentes represivos del Gobierno lo siguieron, lo torturaron y lo abandonaron, dándolo por muerto. La familia logró conseguir sangre para su amigo y él logro recuperarse días después y huir de Tupiza. Por ayudar a su amigo, mi tía fue fichada y perseguida: una noche, varios militares llegaron a su casa a buscarla para detenerla, pero logró ocultarse en las polleras de la abuela de la familia. Tras ese evento, ella huyó de nuevo a La Paz.
Mi tía es alguien que nunca dudó en luchar contra la autoridad. Ella siempre fue valiente y comprometida con muchas causas aun cuando éstas pusieran en riesgo su seguridad y su integridad. Zulema Alanes es una gran periodista, creo que es un ejemplo de la lucha que muchas mujeres emprenden en defensa de sus derechos, no solo en Bolivia, sino en el resto del mundo.
Publicado el 11 de octubre de 2024