Gladys Flores - Instituto de Investigaciones Sociológicas “Mauricio Lefebvre”
SAQUEO SILENCIOSO, PUEBLO ADORMECIDO
SAQUEO SILENCIOSO, PUEBLO ADORMECIDO
Gladys Andrea Flores Avalos[1]
Sergio Almaraz Paz es uno de los intelectuales bolivianos más importantes del siglo XX. Denunció tempranamente el problema estructural que atraviesa la economía nacional: la dependencia de la explotación de los recursos naturales. En obras como Petróleo en Bolivia o Réquiem para una República, advirtió que “la riqueza nacional ha sido una fuente de poder para otros y una fuente de miseria para nosotros” (Almaraz, 2017, p. 138). Su crítica no solo apuntaba al capital extranjero, sino también al papel del Estado como facilitador de un modelo extractivista que, lejos de superarse, ha adoptado nuevas formas en el presente. El desafío es reconocer hasta qué punto Bolivia sigue atrapada en las mismas lógicas de dependencia que Almaraz denunció, y si es posible imaginar un futuro distinto sin transformar esa estructura de raíz en un país que continúa debatiéndose entre la soberanía de sus recursos y la persistente dependencia del modelo extractivo.
Durante los gobiernos del Movimiento al Socialismo (MAS), el Estado boliviano adoptó un rol central en la economía extractiva, justificando esta intervención con fines redistributivos. Es decir, se dieron cuenta del problema y planificaron soluciones alternativas como la “redistribución de la riqueza”. Sin embargo, el modelo no fue superado, sino reconfigurado. Como señala Fernanda Wanderley (2013), “el proceso de cambio no cuestionó el patrón extractivista de acumulación, sino que lo consolidó bajo el control estatal” (p. 47). Un claro ejemplo: el litio del Salar de Uyuni.
El potencial del litio boliviano refuerza esta discusión sobre extractivismo y la dependencia. El Servicio Geológico de Estados Unidos informó en 2020 que Bolivia pasó a ser el país con mayores reservas de litio en el mundo, con 21 millones de toneladas métricas certificadas en el Salar de Uyuni, desplazando a Argentina de esa posición (BBC News Mundo, 2020). Según el investigador del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB), Gonzalo Mondaca, los contratos firmados con empresas chinas y rusas “demandarán hasta cinco veces más el volumen de agua dulce que emplea la estatal Yacimientos de Litio Boliviano (YLB) y 15 veces más de la lluvia que cae en la zona del Salar de Uyuni y sus alrededores” (Mercado, 2025). Se nos plantean más problemas actuales y a futuro, en los que están en juego bofedales, vertientes y ecosistemas del altiplano sur. Nos genera un dilema social donde se avivan las tensiones con las comunidades que dependen de esas fuentes de agua para vivir. La explotación del litio se convirtió así en el próximo recurso natural a ser explotado. Pero la abundancia de recursos naturales no es sinónimo de bienestar para la población, sino que aumenta la dependencia y viejas históricas disputas en torno al control, la explotación y la distribución de la riqueza.
Sergio Almaraz (2017) ya había anticipado que la dependencia de recursos naturales sin un cambio estructural llevaría a repetir ciclos de subordinación. Wanderley (2013) también recalca la necesidad actual de superación del patrón extractivo en Bolivia, que el modelo económico estatista, ni el liberal tampoco han podido resolver (p. 83). El boom del litio en Bolivia puede considerarse un nuevo capítulo en esa historia. Aunque se proclama crear y fomentar la industria, las alianzas con mano de obra extranjera y el impacto ambiental del proceso extractivo han generado críticas similares a las que Almaraz hacía décadas atrás. Que seamos un país en “vías de desarrollo” tiene una huella profunda basada en la explotación de recursos de manera intensa e indiscriminada; eso está vigente y, con ello, el dilema entre la soberanía de nuestros recursos y su dependencia.
Al mismo tiempo –y haciendo hincapié en lo meramente económico–, está el ejemplo de la “enfermedad holandesa” que precisó Wanderley (2013). Es decir, desde mediados de la década del 2000, Bolivia tuvo un auge en las exportaciones de gas y minerales. Esto hizo que se redujera la competitividad de otros sectores, como los industriales y productivos no vinculados a los recursos naturales, mientras que el crecimiento económico se concentró principalmente en actividades relacionadas con la minería y los hidrocarburos (p. 185). Al concentrar y priorizar un sector económico, en este caso el sector minero, se desplaza al otro sector económico industrial y de producción, haciendo que se desarrolle menos.
El impacto ambiental del extractivismo es igualmente una de las consecuencias más visibles y preocupantes hoy en día. Ya lo decía Murray Bookchin (2015), “estamos simplificando el planeta … se está simplificando el espíritu mismo de la humanidad” (p. 25), ya que el extractivismo no solo agota recursos naturales, sino que también empobrece las formas de vida. Muchos ecosistemas, humanos y animales perecen al reducir la naturaleza a una mercancía de transacción, a un mero cambio de moneda. En Bolivia, la explotación intensiva de recursos como el litio o los hidrocarburos refleja esa lógica: se prioriza la acumulación y el crecimiento económico inmediato mientras se ignoran los daños ambientales y sociales que hay detrás.
Son claras señales de que nos afecta a todos. “Nadie podrá decir hasta dónde llega el empobrecimiento biológico de los bolivianos, la mortalidad infantil y la propagación de la tuberculosis. Estamos ciertos de una cosa: los bolivianos no acabamos de morir” (Almaraz, 2017, p. 576). La lógica de acumulación extractiva ha intensificado la contaminación de aguas, la degradación de ecosistemas y el conflicto con comunidades locales.
Sergio Almaraz denunció hace décadas atrás un problema público que sigue siendo una realidad en Bolivia. La riqueza natural nuestra sigue siendo vista como la gran promesa de desarrollo y bienestar, pero en la práctica ha traído más dependencia que liberación. El caso del litio refleja cómo volvemos a repetir las mismas historias de explotación y conflictos, pero con diferentes actores y con un costo ambiental enorme. Debemos reconocer que no basta con tener recursos, sino preguntarnos cómo usarlos. Mientras no cambie la lógica extractivista, seguiremos atrapados en el mismo ciclo que Almaraz nos advirtió con claridad.
Referencias
Almaraz, S. (2017). Obra reunida. Biblioteca del Bicentenario de Bolivia.
BBC News Mundo. (2020, 27 de febrero). Bolivia tiene las mayores reservas de litio del mundo, según informe del gobierno de Estados Unidos. BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51666362
Bookchin, M. (2015). Ecología social: Apuntes desde un anarquismo verde. Novena Ola.
Mercado, J. (2025, abril 2). Extracción de litio: YLB, rusa y china consumirán 15 veces más agua de la que llueve en el Salar de Uyuni. Agencia de Noticias Ambientales. https://anabolivia.org/extraccion-de-litio-ylb-rusa-y-china-consumiran-15-veces-mas-agua-de-la-que-llueve-en-el-salar-de-uyuni/
Wanderley, F. (2013). ¿Qué pasó con el proceso de cambio en Bolivia? Plural Editores.
Publicado el 10 de octubre de 2025
[1] Estudiante de la carrera de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia. E-mail: andrea19floresavalos@gmail.com