Ricardo Alejandro Trujillo Castañeta - Instituto de Investigaciones Sociológicas “Mauricio Lefebvre”

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En este espacio se difunden trabajos de los estudiantes de Sociología de la UMSA que tienen un componente de investigación, con el propósito de alentar el desarrollo de habilidades de escritura en la idea de que esta práctica está íntimamente relacionada con el pensamiento crítico y creativo.

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A MÍ NO ME NADIE[1]

Ricardo Alejandro Trujillo Castañeta[2]

 

Para mí, siempre tuve una abuela normal, hasta de caricatura, podría decir. La típica abuela que me alimentaba cuando tenía hambre, la que me regalaba dinero como si estuviera traficando sustancias ilegales y la que siempre me mimaba cuando estaba enfermo. Ella cuidaba de mí y de sus demás nietos como si su vida dependiera de ello, se preocupaba por cómo nos iba en el colegio y la universidad; más que nada por el hecho de que ella, fue, es y será profesora hasta el día de su muerte y puede que hasta después. También la veía como la vecina ejemplar, la que ayuda a todos y que, de paso, fue dirigente de su barrio, haciéndolo un lugar que pasó de tener calles de tierra a estar totalmente adoquinado.

Pero un día mi madre me dijo: “la Nena era fregada y rebelde cuando era joven”. Yo en ese momento me exalté: ¿cómo es posible que diga eso de mi abuela, la que va a rezar cada primer viernes de cada mes y que solo nos enseña a hacer caso a nuestros padres y a ser personas correctas? No cabía en mi pequeña mente de niño la frase que me había dicho mi madre. Entonces, ¿cómo podía confirmar eso?, tal vez preguntando a mi madre, a mi abuela o a sus familiares, tías que parecía que habían acompañado a Jesús en la última cena.

Alguien que aclaró un poco mis dudas fue mi misma abuela. Alguien a quien ella no soportaba y de quien se alejaba era de su madrastra, a tal punto que prefirió irse a vivir donde sus tías; principalmente donde su tía Modesta. Ahí es donde ella dice que “no hacía caso a cosas injustas”. Un ejemplo que me contó es que su tía Modesta era modista y cuando necesitaba que mi abuela vaya a comprar algo le decía: “Escupe al suelo y tienes que volver antes de que se seque”. Esto en un principio sí lo obedecía como todas sus primas; pero después de algunas ocasiones ya empezó a oponerse y a decir que era algo injusto, que incluso por correr para llegar a tiempo podía sufrir un atropello o algún accidente. Ese es solo uno de los reclamos que hizo para que después sus tías y primas digan que era una rebelde.

Algo que ella mantiene hasta el día de hoy, de hecho, con más razón, es que, a diferencia de sus primas, que usaban falda, ella siempre usó pantalón; pero algo que también hacía notar la intención de hacer enojar a sus primas es que en sus colegios usaba falda, como para denotar que sí podía hacerlo cuando quería, pero no frente a ellas. Todas sus primas, hasta el día de hoy, mantienen ese código de vestimenta, pero mi abuela es la más feliz porque el pantalón le proporciona la comodidad para salir a caminar, ya que encontrarla en su casa es como ver a Bolivia en un mundial.

Como ya mencioné, es profesora; ahora se la ve toda tranquila, pero como ella vivió tiempos difíciles para todos los profesores, hubo una época cuando tuvo que salir a marchar todos los días. Vivió como profesora durante la época de las dictaduras, algo que no era fácil, pero lo sobrellevó bien. Pero las historias son incontables de las veces cuando regresó a casa empapada por el carro antimotines y pintada por los policías.

La vez que yo conocí a la tía Modesta fue en su casa, en la avenida Perú, cerca de la Federación de Maestros. Lo primero que me dijo la tía fue que una vez, cuando estaba comiendo, miró hacia el techo y vio a mi abuela con un grupo de maestros. Solo alcanzó a pasarles una escalera para que bajen y se resguarden. La versión de mi abuela es que estaba en una reunión y los policías les habían lanzado gases dentro del recinto; ellos alcanzaron a escapar por las paredes y eso la llevó a casa de su tía: no le quedó otra que negociar su entrada y la de sus compañeros para estar a salvo por un momento. Tal vez fue una de sus mejores historias de protesta.

Como profesora, y ya casada con mi abuelo, que también era profesor, en la época cuando las luchas sociales eran el pan de cada día, ella no se quedaba en casa cuando tenía que salir a defender su profesión. A veces, sus familiares la veían en las marchas e iban a avisarle a mi abuelo; le decían: “No le dejes ir, pues, a las marchas, aunque sea amarrala al catre”. A lo que mi abuelo respondía: “Hasta catre y todo se puede salir”. No podía quedar indiferente a las luchas de los profesores y, hasta el día de hoy, si tiene que salir a las calles, no duda ni un segundo para hacerlo.

Diferentes situaciones la llevaron a vivir en Ciudad Satélite; pero eso fue en sus inicios, cuando todo era de tierra y no había casi nada construido. Como siempre, allí también estaba liderando cosas; fue dirigente varias veces, gestionando obras y colaborando con los vecinos. Pero tal vez como dirigente no era tan temida como cuando solo era una vecina sin cargo. Como vecina, muchos las recuerdan porque, en cierta ocasión, mientras todos discutían y la bulla ya era insoportable, ella se paró sobre la silla y gritó: “¡Cállense!”. Todos se callaron y la reunión continuó de la manera más normal posible. Hasta ahora, cuando su edad ya no le da para ser dirigente, le siguen consultando sobre cómo se hacen las cosas.

Pero como no todo puede ser perfecto, tanta rebeldía tenía que tener algo de malo. El año 2020, al inicio de la cuarentena, ella no podía quedarse en casa, por su costumbre de salir todo el tiempo y de no estar en su casa. Esto provocó que se contagiara con covid-19, ya con ochenta y un años, en plena primera ola. En ella, la enfermedad fue avanzando hasta un punto preocupante. Se le realizó una tomografía de los pulmones, que llevamos donde su hermano, que es doctor y especialista en imagenología, y él nos lanzó el comentario que menos queríamos escuchar, que se resume en una palabra: “Prepárense”. Su salud empeoraba, pero toda la familia hacía todo lo posible para que se recupere. Ella cuenta que veía hombres de traje que se paraban a su lado y les decía: “No me voy a ir con ustedes”.  Luego de una incansable batalla, se podría decir que se rebeló ante la muerte. Ahora parece que hubiera vuelto a nacer y que tuviera más energía que antes.

Ahora solo puedo pensar que hasta se rebela de su condición de abuela, porque tenemos prohibido llamarle así; para ella ser abuela, es ser doblemente madre. El solo hecho de haberle llamado “abuela” en todo el texto ya es motivo de terror para mí. Su oposición a lo que no le gusta es lo que la hace tan única y una abuela especial.

Entonces, ¿podría llegar a confirmar lo que decía mi madre? Creo que la respuesta es que sí, pero eso no cambia para nada a la abuela que tengo en mi mente. Solo completa el paisaje que es mi abuela. Tal vez la mayor herencia que nos deja a todos su hijos, nietos y bisnietas es que podemos ir contra la corriente mientras no hagamos daño a nadie y que el ser rebelde y fregado no te quita el ser buena persona. Y se llama Elena, por si acaso.

 

Publicado el 1 de diciembre de 2023

 

 

 

 


[1] Ensayo final para la materia “Lenguaje y Redacción Básica”, Universidad Mayor de San Andrés, gestión 2023-1.

[2] Estudiante de la carrera de Sociología, de la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia. E-mail: ricky.27392@gmail.com