Lirian Martina Herrera Nina - Instituto de Investigaciones Sociológicas “Mauricio Lefebvre”
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En este espacio se difunden trabajos de los estudiantes de Sociología de la UMSA que tienen un componente de investigación, con el propósito de alentar el desarrollo de habilidades de escritura en la idea de que esta práctica está íntimamente relacionada con el pensamiento crítico y creativo.
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LA LECTURA COMO ELIXIR[1]
Lirian Martina Herrera Nina[2]
Cuando era pequeña, a menudo veía a mi papá leer en algún momento del día. Me eran muy curiosas las portadas de los libros. Mi mamá fue quien me enseñó a leer antes de los cinco años. Aunque el aprendizaje fue algo amargo para mí, no niego los frutos de la dichosa enseñanza de mi mamá; como bien se dijo en alguna poesía, "a cocachos aprendí". Recuerdo practicar en ese entonces, leyendo letreros en las calles, mientras íbamos en el minibús o en el colectivo a comprar los víveres. Era un actuar sencillo, pero me divertía bastante y además estaba a mi alcance en cualquier calle. Pero lo mejor de esto era que recibía pequeñas ovaciones por parte de mi mamá al tener éxito en mi lectura. Al momento de ingresar al kínder, ya sabía leer muy bien; sin embargo, por alguna razón, me daba miedo hacerlo ante el pequeño público de mi salón de kínder.
En la época cuando estuve pasando mis ocho y nueve años, mi padre llevó a casa unos cómics españoles. Yo los leía a diario, pues me resultaban muy entretenidos. Lo malo de todo esto, según mis papás, era que los leía repetidamente, por lo que los archivaron en una caja abandonada y oculta de mí, situación que me generó cierto disgusto. Mi padrino recomendó entonces unos textos diferentes y bastantes famosos. Las novelas de Harry Potter, de J. K. Rowling, llegaron un día de imprevisto. En principio, me negué a leerlas; aunque no lo mencioné en ese momento, lo pensé. Esta situación me incomodó bastante y, en cierta medida, me enojó: me parecía extraño el hecho de que hayan elegido para mí una lectura que no me apetecía para nada (al menos, no en ese momento). Decidí entonces darles la contraria. A pesar de haber empezado a leer unas cuantas páginas de "El niño que vivió", decidí dejar los libros a un lado, guardados, ocultos bajo el catre donde dormía, pues algo más había llamado mi atención. Para ese entonces, yo ya tenía conocimiento de las películas El Señor de los anillos, las había visto en el antiguo televisor familiar, de esos que son pesados y que tienen una caja por detrás. Aún así, me habían encantado. Leyendo los créditos finales de las películas, me enteré que estaban basadas en obra literarias. En ese entonces, sentí una tremenda curiosidad por leerlas; pero ,¿dónde?
Durante ese tiempo, me conformé con ver las películas las veces que las pasaran en la televisión, siempre y cuando tuviera suerte de disponer de un tiempo para ver la tele, ya que a mi mamá no le gustaba que permaneciésemos mucho tiempo frente a ese artefacto y, sobre todo, para no gastar mucha luz. Cuando tendría entre mis 13 o 14 años quizá, se presentó una increíble oportunidad. Mis hermanos mayores ya contaban con celulares más o menos "modernos" para esos tiempos, que les habían sido regalados anteriormente, y cuando uno de ellos logró juntar un monto de dinero suficiente para comprar otro, me heredó el que no utilizaría. Este ciclo, que consistía en heredarme lo que estaba en buen estado y porque era la menor, se había repetido a lo largo de los años. Es entonces, cuando aproveché para buscar y descargar los PDF de las novelas de fantasía que tanto había ansiado. No me habría arriesgado a pedirle a mi padre los libros en físico, pues ya había averiguado el costo y no eran nada baratos. En cuanto tuve los PDF descargados, los comencé a leer sin que nadie supiera, hasta deshoras, hasta que aquel artefacto se calentara y la batería creciera; era como un secreto entre mi agotado celular y yo. El hecho de leer me abrió un fabuloso mundo de imaginación, a pesar de estar rodeaba de un ambiente ruidoso, hasta exasperante en casa, de un desinterés por esta obra en mi excolegio; en fin, de sentirme sola en el mundo real, me sentí parte de este universo irreal. Esta lectura me rodeó varios años en los que leí (como no querían en casa) repetidamente los tomos, comprendiendo cada vez un poco más; además, me inspiró varias veces para escribir, poder expresarme y crear nuevas historias. Leer es muy importante, entonces, pues no solo te abre nuevos mundos, nuevas perspectivas, nuevas ideas, sino también, te llena de conocimiento.
Hablar sobre la imaginación tan sorprendente de J. R. R. Tolkien es hablar de un enorme universo. En la trilogía de El Señor de los Anillos, las descripciones de los personajes como de los ambientes es algo tan sublime y tan complejo que hace fascinante el hecho de poder reproducirlo en la mente. Por otro lado, en El Hobbit, es una lectura más amena y ligera, que la hace más comprensible, más flexible y, por lo tanto, es un escrito simplemente precioso, no pierde el toque encantador tan característico de estas obras. Leer la literatura fantástica de J. R. R. Tolkien han fomentado mi imaginación de la forma más grata posible.
El hecho de tener una gran imaginación podría ser ya un gran privilegio. Pues no todos la poseen o al menos no les interesa tener creatividad en sí mismos. A medida que leía estos libros, era increíble la manera como mi mente expandía la imaginación. Recuerdo leer tales textos en mi pequeño celular, heredado de mis papás y que luego pasó a mi hermano y, por último, a mí. Mas eso no fue motivo para desistir de emprender la lectura, a pesar de la incomodidad al leer más de cuatrocientas páginas por cada tomo y en un celular anticuado en el que era complicado deslizar el texto en pantalla. Esto no siempre importaba, valía la pena el ligero dolor que se me había generado en las manos y muñecas, porque sabía que cada vez que me esforzaba al leer, comenzaba un largo viaje para explorar el mundo medieval. Adicionalmente a esto sucedía algo fascinante, me emocionaba tanto la lectura que tenía ese afan por leer rápido y "devorar" el libro, porque había mucho, mucho que leer y entender; pero, sobre todo, porque era una manera de escapar de mi habitual zona de bullicio, me encerraba en la historia y anhelaba meterme en ese mundo, saber más de él.
Al pensar en estos libros, vienen a mi memoria los bellos paisajes descritos, por ejemplo, Lothlorien, la hermosa tierra de los sueños, sus vastos y magníficos jardines, rodeados de malinorni o los imponentes árboles dorados que habían allí, además los fabulosos personajes, como Samsagaz, quien partió hacia Mordor con temor, pero lo dio todo por sus seres queridos y su valentía; en un momento de adversidad, se convirtió en un héroe inesperado. Además disfrutaba de las canciones cantadas por hombres, elfos, enanos y hobbits. Pero, sobre todo, viene a mí la inspiración para crear mundos a través de la escritura: muchas veces, cuando en casa reinaba el silencio, me sentaba en el patio, sobre los bloques de cemento que lo cubrían en su mayoría; sacaba un cuaderno y un bolígrafo; si había mucho sol, un sombrero; si hacía frío, una manta; si me daba hambre, fruta, y entonces me ponía a escribir una ambiciosa historia que jamás sería contada. Además debo decir que el curioso pero alentador cambio de clima en El Alto, podría ser también un motivo más de inspiración. Por ejemplo, el ventarrón que sacudía las hojas de los árboles en plena avenida, las ramas de los árboles que un día fueron tan frondosos en mi casa, las nubes que avanzaban con una extraña velocidad, la sensación de frío y de calor, eso y mis lecturas me motivaron para escribir.
El léxico de Tolkien es increíblemente nutrido. Él no solo ha descrito y creado un nuevo mundo, sino que ha sido capaz de crear distintas lenguas de fantasía. Es sorprendente el hecho de que estas obras llevaran más de 14 años en terminarse de escribir, en alcanzar su punto más álgido. Es admirable el hecho de su perseverancia ante este escrito. Tolkien es considerado un erudito en la filología, ya que sus escritos son sublimes y demuestra en sus palabras la belleza de la que son capaces, pues sus obras así lo demuestran.
Es increíble cómo este mundo de fantasía me ha cautivado. Tratar de escribir como él, es una de mis metas. Muchas veces, gracias a la inspiración por Tolkien, he intentado incluso inventar un idioma de fantasía. Desde luego, se requiere bastante conocimiento y una dedicación hasta de tiempo. Los momentos en los que he escrito alguna invención mía siempre han sido los más curiosos y tranquilos. Con respecto a esto, a medida que pasaron los años, seguí otra táctica de escritura, buscaba lugares más o menos tranquilos por la ciudad de La Paz, como las gradas de la Camacho, la mesas dispuestas en el patio de la Facultad de Humanidades e incluso el Parque Urbano Central; por otro lado, no siempre había encontrado un lugar adecuado para continuar con mi travesía, en la ciudad de El Alto. Sin embargo, considero que la soledad es una gran compañía para la escritura.
Al comenzar a leer las novelas de J. R. R. Tolkien, un léxico bastante complejo me invadió. Aunque amé mucho esta lectura, fue un arduo trabajo leerlo de forma continua, pues esta labor tenía que realizarla durante las noches, utilizando mi celular personal. Como mencioné antes, se trataba de un viejo celular que, además era muy pequeño, por lo que leer tan solo una línea representaba de por sí, un esfuerzo porque tenía que desplazar la página constantemente. Además, tenía que esforzarme para leer pequeñas letras, de paso, en una pantalla brillante que me generaba cierta incomodidad, también un agotamiento visual incontenible. No me arrepiento de nada, pues está actividad nutrió mi mente y me alienta a leer y escribir a pesar de mis falencias.
La noche era más silenciosa, era más tranquila para mí, era como un santuario momentáneo del ruido de la vida familiar cotidiana, las conversaciones, las discusiones, la calle, el bullicio de la vida. Por eso aprovechaba para dormir en mi “baticama”, porque era la hora de dormir y mis papás me reclamaban que lea de noche porque me iba a dañar la vista. Lo hacía totalmente cubierta por las frazadas, porque además la luz de la pantalla incomodaba a todos en la casa. Mis papás pensaban que yo utilizaba el celular para chatear o jugar o para distraerme; pero en realidad era solo para leer y escuchar música. Cuando llegaba “la hora de la lectura” y del sueño de la familia, yo podía leer hasta las cinco de la mañana. Era incómodo leer, pero la historia valía la pena, porque me sentía en ese mundo; no importaban las clases del día siguiente, los regaños de mis papás, porque me hacía feliz el hecho de haber leído lo que quería.
Este importante hecho de mi infancia fue la base para dar paso a indispensables destrezas. Leer es esencial, escribir es necesario e imaginar la expresión de ambos. Dichos libros consiguieron toda mi atención; entonces, desbordaron mi imaginación, siendo el cénit de mi gusto por el arte de leer.
Desde ese entonces me siento fascinada leyendo. Actualmente, siendo parte de la carrera de Sociología en la UMSA, he conocido personas únicas que ven de un modo distinto al mío el mundo que nos rodea. El conocimiento de los docentes es simplemente extraordinario, pues es fruto de su arduo trabajo. Agradezco sumamente haber leído a Augusto Céspedes, con su obra Sangre de Mestizos, ya que este valioso texto me transporta a un momento terrible pero necesario en la historia de Bolivia. Además, leer el Estudio de la Historia de Arnold J. Toynbe me hace partícipe de una amplia vista a una realidad documentada. Ambos textos me han aportado algo distinto: el primero, que leía generalmente mientras iba a clases y regresaba de éstas, en el transporte público, rodeada de las habituales risas, murmullos o hasta de la música popular que suele poner el chofer en alto volumen, tiene una hermosa y triste narrativa; hizo que descubra un terrible episodio en aquel tiempo y cómo ha repercutido en la sociedad. El segundo, que lo leí cuando llegaba tarde a casa desde el trabajo, cuando ya casi todo estaba silencioso, y algunas veces, en la biblioteca de la universidad, rodeada por los sonidos que hacen los estudiantes al caminar sobre el suelo de madera o el eco que hacen las sillas al arrinconarlas, me ha señalado el gran proceso que ha sufrido el mundo, a través de grandes y pequeños desencadenantes que, en distintos lugares, lo ha impulsado, lo ha detenido e incluso lo ha liquidado. Hoy en día, aún me encuentro descubriendo extraordinarios mundos.
BIBLIOGRAFÍA
Tolkien, J. R. R. (2002). El Señor De Los Anillos I: La Comunidad Del Anillo I. (1a. ed.; Luis Domènech, trad.). Barcelona: Minotauro.
Tolkien, J. R. R. (2002). El Señor De Los Anillos II: Las Dos Torres II. (29a. ed.; Matilde Horne, trad.). Barcelona: Minotauro.
Tolkien, J. R. R. (2012). El Señor De Los Anillos III: El Retorno Del Rey III (1a. ed.; Matilde Horne, trad.). Barcelona: Planeta.
Tolkien, J. R. R. (2014). El Hobbit. (37a. ed; Manuel Figueroa, trad.). Buenos Aires: Minotauro.
Céspedes, Augusto (2008). Sangre de Mestizos. La Paz: Librería Editorial GUM.
Toynbee, Arnold J. (1985). Estudio de la Historia I: Compendio de D.C. Somervell Vols. I-IV (1a. ed.). Barcelona: Planeta-Agostini.
Publicado el 24 de noviembre de 2023