Susi Abril Vera Borrega - Instituto de Investigaciones Sociológicas “Mauricio Lefebvre”

#SociologíaUMSAescribe

 

En este espacio se difunden trabajos de los estudiantes de Sociología de la UMSA que tienen un componente de investigación, con el propósito de alentar el desarrollo de habilidades de escritura en la idea de que esta práctica está íntimamente relacionada con el pensamiento crítico y creativo.

AUTORES

GESTIONES

UN 2019 A CIEGAS[1]

Susi Abril Vera Borrega[2]

 

 

No se trataba de la primera, y seguramente no será la última vez que el país se encuentre en conflictos internos por razones políticas. Ese año fui testigo de algo más que sólo unas elecciones presidenciales. No era totalmente conciente de lo que estaba pasando en ese momento, pero creo que cualquiera en su sano juicio hubiera sido capaz de darse cuenta de que las cosas no andaban bien en esta rota sociedad. Estábamos cegados bajo un velo de aceptación y tolerancia, pero el 2019 nos quitó la venda de los ojos, mostrando un profundo odio y desprecio entre bolivianos que se encontraba oculto, ignorado, reprimido a plena vista todos estos años. ¿Cómo se propagó el odio, el desprecio, la violencia en un país que se suponía que había dejado todo eso hace ya muchos años? Sólo se requirió de una pequeña llama para crear un incendio y darnos cuenta de que hasta ese momento vivíamos en una sociedad a ciegas.

De tantas cosas que podría contar del 2019, fueron tres las que me marcaron para toda la vida: la falta de tolerancia por diferentes opiniones políticas en una sala de colegio; la histeria y discriminación infundada en la escuela y en la calle frente a una marcha de protesta; y el odio hacia los alteños tras su marcha mal llamada “horda”.

En el año 2019, me encontraba cursando el quinto de secundaria. Podría decirse que mis intereses no se inclinaban hacia debates políticos, al igual que muchos de mis conocidos, hasta que se anunciaron las elecciones presidenciales. A partir de ese momento todos parecían expertos en el tema. No fue hasta un trabajo de aula, días antes de que se realizaran las elecciones, donde debía exponer sobre los proyectos que hizo el presidente durante su gobierno, que me di cuenta que la gente no era tan tolerante como decía ser. Traté de ser lo más neutral posible ya que sabía que no todos apoyaban al mismo partido por diferentes razones, pero mi esfuerzo no fue suficiente para evitar entrar en polémica con mis compañeros y profesores. Esa actividad de aula me mostró que no hay mucha tolerancia cuando se trata de hablar de política. Sólo bastó mencionar a Evo Morales y el Movimiento al Socialismo, para que el resto del año me tacharan de “masista ignorante”, como si el apoyar a un partido le diera más o menos valor a mi persona.

Masista ignorante”, serían innumerables las ocasiones en las que escuché esas palabras. Pero, ¿a qué se debe? Se sabe de antemano que en un pasado los indígenas eran la clase obrero-trabajadora del país y, por lo tanto, la más explotada. Según Reinaga (1970), eran la mayor parte de la población. El panorama cambió en cuanto Evo Morales se posicionó al poder, siendo la mayor parte de sus seguidores gente del campo y de comunidades indígenas. A raíz de esto fue que se empezó a decir que su partido sólo estaba conformado y apoyado por gente sin educación. Como se sabe, antes del gobierno de Evo Morales, muchas personas no tenían la accesibilidad para estudiar en escuelas ni universidades, él hizo que fuera posible que se les abriera las puertas para que esta gran parte de la población pueda educarse académicamente. A pesar de todos los cambios que hubo, se sigue pensando que sólo los indígenas apoyan al indígena, y que, porque en un pasado no tenían estudios, siguen sin tenerlos. Este sectarismo (Almaraz, 1969) que en Bolivia no ha producido más que piezas de divulgación doctrinaria de escaso valor, se limita a repetir conceptos extraídos de los clásicos.

Se conocieron los resultados de las elecciones, muchos acusaron un supuesto fraude y hubo distintas manifestaciones apoyando a uno u otro partido. Poco después, Jeanine Añez se posicionó en la silla presidencial. Inmediatamente luego de su ascenso al poder, en mi colegio sucedió algo especial: los maestros y maestras nos dijeron que ese día marcharían los Ponchos Rojos[3] por el aparente Golpe de Estado. Por mi parte, yo no percibía ninguna diferencia con otras marchas que ya habíamos visto antes, pero especialmente con esta, todos nuestros maestros nos dijeron que tomáramos rutas alternas para regresar a nuestros hogares, pues podía ser peligroso. Cuando les pregunté el porqué, sólo me dijeron que los que marchaban eran personas violentas y podrían hacernos daño sin la menor provocación. Sería mentira si dijera que ignoré sus advertencias, pero me veía en la obligación de pasar por las calles donde se encontraba la marcha. Acompañada de algunos compañeros, procuramos quedarnos en grupo con el fin de evitar cualquier inconveniente. Mientras recorríamos las calles, veíamos que la gente se aglomeraba; se escuchaban gritos y se veían banderas. En la Plaza del Estudiante fue donde los vimos: los así llamados Ponchos Rojos, a diferencia de lo que nos dijeron los profesores, no mostraron señales de violencia, al contrario de la gente que los observaba. “¡Indios de mierda!”, “¡regresen al campo!”, “¡arruinan la ciudad, campesinos!” era lo que podía escuchar a mi alrededor. Algunos hasta comenzaron a buscar piedras de donde pudieron; una que otra le cayó a mis compañeros. Antes de que nos diéramos cuenta, había gas en el aire. Salimos de ahí lo más rápido que pudimos y nos dispersamos cada uno con dirección a nuestros hogares.

Esto resulta similar al discurso de Fausto Reinaga, con su idea de las dos Bolivias en La Revolución India (1970). Según él, Bolivia se encuentra dividida en la Bolivia mestiza europeizada y una Bolivia kolla-autóctona. Esta idea sugiere una división social que separa a la población; históricamente hablando, esta Bolivia kolla es la más afectada por ser marginada y discriminada por la Bolivia blanca. A pesar de que su teoría es bastante criticada por otros escritores, se le reconoce que la división general es algo más real de lo que se piensa. Y Gramsci, en sus Cuadernos (1995), apuntaba que las ideas no son paridas por otras ideas, sino que expresan el desarrollo histórico cultural.

Esos insultos, tales como “indios”, son expresiones usadas desde tiempos coloniales. Actualmente ya no debería hacerse uso de estos, pero aun así seguimos arrastrando esas costumbres por nuestra propia historia. El ser indígena, o ser del campo, o simplemente llevar un ll’uchu o pollera volvió a ser una razón de desprecio, a pesar de las múltiples leyes que buscan impedir tales agresiones. Se ha tratado de evitar dichos actos, pero como me mostró lo sucedido en 2019, no mejoró la conciencia social para evitar la discriminación, sólo quedó reprimida en la gente.

La noche del 7 al 8 de noviembre numerosas personas bajaron a pie desde El Alto a la ciudad de La Paz para protestar, después de la renuncia del presidente Morales. El miedo se apoderó de las calles. Los vecinos pidieron que un representante de cada departamento del edificio donde vivo asista a una reunión de emergencia; al estar mi madre con problemas de salud, fui yo en su lugar. Los vecinos empezaron a organizar una barricada para proteger las puertas del edificio, además de pedir toda la madera disponible con la que contáramos para hacer fogatas en la calle y así ahuyentar a la “horda” [4]. Sí, a esta manifestación de personas que bajaban de El Alto la llamaron horda. No pudieron encontrar una forma de referirse a esas personas más inapropiada. Un par de señoras sugirió que los hombres disponibles se ofrecieran para cuidar la entrada del edificio para que los manifestantes no estuvieran tentados a entrar y robar, mientras que ellas en sus hogares calentarían agua, aceite, y prepararían platos de cerámica que podrían arrojar en cuanto la “horda” pasara por la calle, como si no les importara el daño que podrían causarle a las personas. Esa noche nadie logró estar tranquilo, constantemente veía a gente asomándose por las ventanas con temor. Mi madre no me dejaba acercarme a ver por miedo a que entre las personas hubiera un loco con un arma de fuego cuya bala perdida me hiriera. Fueron pocas las ocasiones en las que la vi tan preocupada.

Tenía miedo, lo admito, pero seguía pensando que era una exageración; no eran salvajes, o un montón de criminales, como algunos los llamaban, eran sólo personas, personas que querían hacerse escuchar como todos alguna vez tuvieron que hacerlo. Pero nada de lo que hasta ese momento había sucedido por la protesta era excusa para temer de esa forma, para planear atacarlos de esa forma, para odiar de esa forma.

La vida parecía haber dejado de importarle a la gente, sólo veían “indígenas” y “salvajes”, la histeria colectiva arrasó con nuestra población en el momento en el que más unidad se necesitaba. Rivera Cusicanqui (2018, p. 39) expresó: “Lo arcaico se yuxtapone a una modernidad trucha[5] e imitativa; el estómago social no puede dirigir esa mezcla pä chuyma[6] y esos espacios oscuros de la memoria social empañados por la política del olvido, terminan desatando un estado de esquizofrenia y ch’ampa[7] guerra colectiva”. Las acciones del hablar cotidiano tienen raíz en la rabia y el disgusto de nuestro propio pasado histórico.

“No se entiende la realidad sino obrando sobre ella" (Almaraz, 1964a, p. 33). Jamás hubiera creído que la gente permanecía con los mismos prejuicios, si no lo hubiera presenciado. No hubiera sido capaz de ver lo rotos que estamos como sociedad. No importa cuántas leyes nuevas implementen con el fin de proteger o defender a unos u otros, siempre existirá el odio y el desprecio sin un verdadero cambio en nuestra conciencia social, el cómo nos percibimos a nosotros mismos y a los demás. Al final sólo una es la verdad, todos somos bolivianos y bolivianas.

 

 

Bibliografía

Almaraz, Sergio (1964.a). Para abrir el diálogo. Praxis, 3.

Almaraz, Sergio (1969). “Revolución y clase media”. Letras Bolivianas, 4.

Engels, Friedrich (1884/2017). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Moscú: Editorial Progreso

Gramsci, Antonio (1990). Pasado y presente. Cuadernos de la cárcel N° 5. México: Juan Pablos Editor.

Reynaga, Fausto (1970/2010) La Revolución india. La Paz: MINKA

Rivera Cusicanqui, Silvia (2018) Un mundo ch’ixi es posible: ensayos de un presente en crisis. Buenos Aires: Tinta Limón

 

Fecha de publicación: 9 de septiembre de 2022


[1] Este trabajo fue presentado el año 2021 para la materia “Lenguaje y redacción básica”, en la carrera de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés.

[2] Estudiante del primer semestre de la carrera de Sociología, Universidad Mayor de San Andrés.

[3] Ponchos Rojos: Grupo indígena boliviano, tienen origen en la región andina de Omasuyos, reivindican la valorización de la cultura originaria y la defensa de su cosmovisión.

[4]  Engels, en su libro titulado El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884, p. 8), explica que la horda fue la primera conformación social, que consistía en un grupo de personas que vivían hacinadas como animales en un entorno de promiscuidad y llevaban una vida errante dedicada a la recolección y caza.

[5] Trucha: expresión boliviana usada para referirse a que algo no sirve, es de baja calidad o está mal hecho.

[6] Pä chuyma: dos corazones

[7] Ch’ampa: barro, especie de adobe, tierra o arcilla que se toma directamente de los humedales.