Josue Huaygua Vasquez - Instituto de Investigaciones Sociológicas “Mauricio Lefebvre”

#SociologíaUMSAescribe

 

En este espacio se difunden trabajos de los estudiantes de Sociología de la UMSA que tienen un componente de investigación, con el propósito de alentar el desarrollo de habilidades de escritura en la idea de que esta práctica está íntimamente relacionada con el pensamiento crítico y creativo.

AUTORES

GESTIONES

2019: EL PAISAJE DE LA INCERTIDUMBRE [1]

Josue Huaygua Vasquez[2]

 

La ciudad de La Paz es, sin duda alguna, la cuna de muchos conflictos (paros civiles, bloqueos, marchas, etc.), situaciones cotidianas para sus ciudadanos y a las cuales hallan forma de sobreponerse. El 2019, fue un año que, desde su inicio, desprendía un aire de conflictividad mayor a otros, posiblemente porque las elecciones presidenciales se llevarían a cabo; el cambio o no de gobierno sería, sin duda alguna, un hecho que traería consigo grandes transformaciones en la dinámica de vivencia dentro del país. De los eventos ocurridos dentro de ese año lleno de disputas entre conciudadanos, destaco los saqueos, los incendios y los ataques a hogares en distintas zonas de la ciudad La Paz y El Alto; pues ya no eran solo inseguras las calles, sino también había que defender la vivienda de cualquier acto interpretado como “bélico”. Los aspectos que resaltan en la organización en contra de este atraco o ataque hacia los hogares de los ciudadanos son: la organización vecinal, el levantamiento de cercas, el coraje de cada persona por proteger no solo a su hogar, sino también a sus seres queridos, y el no saber quién realmente era el enemigo.

Las noticias sobre saqueos, atracos y quemas de hogares de periodistas, del exrector de la UMSA, del expresidente del país y de su hermana alertaron a los ciudadanos, quienes buscaron una forma de organizarse para proteger sus hogares y familias. La organización vecinal jugó un papel crucial. La división por barrios permitió una organización rápida y, de alguna manera, ordenada. Se crearon vigilias vecinales, en las que cualquiera que esté dispuesto podía participar; éstas eran más severas por las noches, impedían el paso de cualquiera que sea sospechoso o una persona a la que simplemente no conocían. Era tal el sentido de alarma en la gente que se resguardaba cada esquina, se interrogaba a todo aquel que caminaba por su zona a partir de las nueve de la noche. Además, a quienes se acercaban les pedían revisar sus pertenencias para que puedan continuar su camino. Pero esta organización tenía sus fallas: al contar cada barrio o zona con una gran cantidad de calles y hogares, no todos se conocían y menos a aquellos que acababan de mudarse; por lo cual limitaba su organización y crecía la desconfianza de cualquiera que no era reconocido.

Por otro lado, los vecinos evitaban la libre circulación de cualquier persona que se veía obligada a caminar por ciertas calles para lograr llegar a su respectivo hogar, lo cual generaba la molestia de éstos, ya que, al tener que ser detenidos en cada esquina, se sentían agobiados y llegaban a cansarse. Vecinos como Don Marcelo, de la Tejada Sorzano, relata: “deteníamos a cada persona que pasaba por la avenida, se los detenía a cada cuadra y les pedíamos que muestren el contenido de sus mochilas. Una vez un joven se molestó tanto que llegó a lanzar  su mochila al basurero para que ya no lo molesten”. Así, las vigilias transcurrían por las noches, con los “vigilantes” al acecho de los vándalos. En consecuencia, la organización vecinal, tan rápida y efectiva como se mostraba, provocaba molestias y desconfianza como antes de todo este hecho se sentía; pero ahora se evidenciaba claramente.

Otro modo que se halló para poder defenderse de estos vándalos e e intentar obstaculizar su paso fueron las cercas improvisadas, construidas con calaminas, maderas, fierros de todo tamaño o incluso alambres. Este “amurallado”, construido de manera improvisada, se encontraba cada dos cuadras o también a cada cuadra de todas las zonas de la ciudad, y se armaba como a una clase de caparazón. Las estructuras, aunque se veían débiles en sus cimientos, fueron de utilidad al momento de limitar el paso de cualquier delincuente que quisiera causar estragos. Ésta era su misión, ya que, dentro de éstas, sus constructores se encontraban vigilando para actuar en cualquier instante.

Rodear las calles con estas armaduras improvisadas pintó sobre la ciudad una nueva imagen, pues la separación entre calles se veía como un laberinto construido sobre la ciudad. Atravesarlo no era dificultoso, claro, esto cuando la luz del sol estaba presente; en el caso de las noches, ya lo he descrito. Pero el nuevo paisaje reflejaba con claridad el miedo y la angustia que sentía la ciudad en su conjunto, debido a la amenaza de estos vándalos posibles. Estos cercos por fuera eran una coraza algo débil que protegía de forma limitada a sus creadores, y por dentro de ella, tal vez bajo la valentía demostrada por estos “vigilantes”, se encontraban los sentimientos de angustia y el temor por los hechos que les tocaba vivir. Gabriela, una joven que vive en barrio Gráfico desde su nacimiento, menciona: “Mi barrio se veía tan distinto… sus calles separadas en cada esquina por estas murallas limitaban la vista a la que estaba acostumbrada; pero sabía que por las noches eran indispensables para el resguardo de mi familia y de todo el barrio”.

Por otro lado, el coraje que sintieron estos vecinos al quedarse fuera de la seguridad de sus hogares para poder proteger sus pertenencias y a sus seres queridos fue determinante para la organización y construcción de este frente en contra del enemigo en común. La predisposición para defenderse de estos personajes violentos se sintió con la participación de un gran número de vecinos en las vigilias y el aporte de material para la construcción de los amurallados, y también con el apoyo de  mano de obra. Además, la convivencia entre los vecinos creció en tanto que tuvieron que quedarse en vela y reunirse al lado de una fogata intentando evitar el frío. Otra forma de coexistencia fue compartir un té o un café que repartían entre ellos intentando combatir el congelado clima de la ciudad y el hambre que sentían; estos alimentos eran alcanzados por sus hijos, su pareja u otro miembro de su familia, a modo de acompañar a estos “vigilantes” emergentes.

Otro papel que jugaban los parientes de “los vigilantes” se encontraba dentro de sus hogares, pues la angustia y el estrés que sentían ya no se debían solo a la seguridad de su vivienda, sino también a  que sus familiares se encontraban fuera de las mismas. Por otro lado, se vivían malas experiencias en la misma convivencia con sus vecinos, ya que existían algunos que buscaban la participación de todos por medio de la intimidación y un sentido de obligación a la fuerza. Por ejemplo, tocaban las puertas o ventanas de aquellos hogares de los cuales no había salido  ninguna persona a la vigilia, e intentaban obligarlos a hacerlo, incluso en aquellas casas en las que solo había mujeres. Así, se logra ver las dos caras de esta moneda, que son las vigilas y la organización vecinal, pues, aunque intentaban hacer un bien para y con el prójimo, creían que era una obligación total el participar e intentaban a forzar a todos a ser parte de ésta.

Mientras tanto, algunos vecinos y vecinas de El Alto deciden organizarse en comités de barrio de forma independiente. Otros, como Karen, del Distrito Uno, declaran que algunos vecinos han sido obligados a salir a manifestarse y poner la wiphala en el balcón y han decidido hacer hogueras en su calle, “vigilias” para protegerse (Molina, 2019).      

La principal problemática dentro de este conflicto era la falta del reconocimiento de quién realmente era el enemigo del cual había que defenderse: algunos afirmaban que aquellos que causaban los conflictos eran los afiliados al MAS, otros creían que eran los cocaleros o incluso los ciudadanos de El Alto; pero, por el lado de la ciudad de El Alto, se creía que los atacantes eran los partidarios de la oposición. Así, todos se veían en una situación de desconocimiento; las múltiples caras que se le ponía al enemigo en común no permitían tener una visión clara de la situación. El miedo se apoderaba de todos e incluso les tenían miedo a las sombras que lograban ver a lo lejos.

El día 11 los vecinos de La Paz organizan por barrios y hacen hogueras y vigilias para, según dicen, “proteger su casa” de los violentos. El racismo sale de las cloacas y la gran mayoría, dice, “tenemos miedo de que bajen los de El Alto”. Esa noche nadie baja en masa a La Paz. Son las propias sombras de los vecinos lo que provocan el toque de sirenas avisando “que viene alguien”. Miedo de sus propias sombras... miedo de los vecinos que no conocen… (Molina, 2019).

Los prejuicios resaltaban por cualquier lado, pues la mayoría quería dejar en claro su posición acerca de quiénes eran a los que debían enfrentarse en estas noches de temor. Aunque algunos tenían claro quiénes eran sus enemigos, había dudas entre ciertos sectores que empezaron a incluir a los emigrantes extranjeros junto a estos grupos de vándalos. La presencia de los extranjeros, principalmente de los venezolanos, no era del agrado de la ciudadanía; en los momentos de conflicto, se los consideraba uno de los principales detonantes del mismo. Así, el racismo y la discriminación a ciertos sectores de la población resaltaban, y a su vez el temor por desconocer claramente al grupo violento, lo que llevaba a la población a especular. Los vecinos en los grupos de WhatsApp enviaban mensajes en los cuales decían que los venezolanos, como un modo de ganar plata, estaban a favor de los grupos violentos; otros decían que solo por malicia y a modo de aprovecharse de la situación  participaban en los saqueos de las casas, declara Ana que reside en la Landaeta.

De ello resulta necesario decir que los saqueos, las quemas y los ataques a las viviendas de los ciudadanos reflejaron que las calles ya no eran las únicas peligrosas en las cuales había que andar con cuidado, sino que también los hogares estaban en peligro de ser atacados de manera agresiva. En reacción, los vecinos buscaron defender sus hogares mediante vigilias, la construcción de cercas y resaltó su coraje enfrente de estas circunstancias. Además, la falta de reconocimiento del enemigo agudizó los prejuicios incrustados en la sociedad y el descontento con un sector de los emigrantes. En conclusión, se debe distinguir la organización y creatividad de los pobladores de la ciudad de La Paz y El Alto para enfrentar diversas circunstancias, que es de un grado alto. Al mismo tiempo, los prejuicios que se tienen hacia ciertos sectores (de ambos lados) no se han perdido a lo largo del tiempo, ni siquiera con las diversas campañas del gobierno contra el racismo y la discriminación.

 

BIBLIOGRAFÍA

Molina, Marta (19 de noviembre de 2019). “Crónicas desde La Paz cercada: ¿qué ha pasado en Bolivia desde el 20 de octubre?” El Salto [Global]. Recuperado de https://www.elsaltodiario.com/bolivia/cronicas-desde-la-paz-cercada-golpe-dictadura-que-ha-pasado-en-bolivia-desde-20-octubre

 

Fecha de publicación: 26 de agosto de 2022


[1] Este trabajo fue presentado el año 2021 para la materia “Lenguaje y redacción básica”, en la carrera de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés.

[2] Estudiante del primer semestre de la carrera de Sociología, Universidad Mayor de San Andrés.